Luis A Ramírez.
Hace 31 años el litigio político
alcanzo el brillo de las armas. En las clases explotadas criminalizadas el 27 y
28, aquello significo una opción constitucional legítima. Mientras que para los
intereses materiales de la sociedad: el sonido de los sables se tornaba en una
opción necesaria, al Estado de ingobernabilidad.
La escisión gobernante y
gobernados tenía como acusación material la distancias entre la opulencia y la
pobreza social. Para el momento los políticos del statu quo habían
transfigurado a oligarcas. El dramaturgo Ignacio Cabrujas metaforizo el
contraste entre los adecos pobres y adecos ricos. Y, sí correspondiera
relacionarlo con el presente exclamaría: ¡Otra Vez! Los mentores políticos del
92. Transmutados a oligarcas, refundaron el régimen de la oligocracia roja
II. Para la fecha del 1992 el
partido del gobierno comenzaba a transmutarse en un trapo viejo. La hegemonía
política sobre las clases explotadas y oprimidas se desmoronaba en modo
irreversible a pesar y de que de su lado los poderosos medios mistificaban la realidad
con discursos del ocultamiento.
El régimen de la primera
partidocracia venezolana había terminado. La contradicción central de la
sociedad entre la acumulación capitalista y los debilitados ingresos salariales
agitaba las calles. El antagonismo social traducido al marco legal; lo
expresaba el contraste entre razón constitucional y lógica de medidas clasistas
del Estado del capital. En consecuencia, la violación de los derechos sociales
y económicos era el signo que elevó.: La contradicción principal a la
superficie. En ese marco las subjetividades clasistas y colectivas de los
trabajadores se entrelazaban como las conciencias impugnadoras a las élites de
los partidos, como de las fuerzas armadas: una vez más la historia del país era
el escenario político de lucha entre las clases. En las condiciones materiales
de producción: la lógica capitalista había llegado a los límites de: 1.-
Estancamiento de la acumulación, 2.-Baja productividad del capital, 3.-
Debilitamiento del subsidio petrolero a la tasa de ganancia. En ese marco el
discurso político del viraje estratégico de la “Gran Venezuela” (1988),
intentaba consensuar entre las clases sociales en conflicto: aplicando un plan
económico de ajustes. El régimen partidocratico en su descomposición ética y
moral sería su negación principal y en seguida el impulso de altas tasas de
explotación desde la lógica capitalista encontró resistencia social, los
tiempos comenzaron a sincronizarse. Que el plan de ajuste concebido desde las
guayas neoliberales haya vuelto con las sombras del ‘Wall Street’, resulta la
principal acusación ideológica de los trabajadores. Al actual régimen político.
El sarcasmo histórico es ver como la partidocracia del pasado hace maridaje con
la oligardocracia del presente. En ese sentido la crisis del “hegemonía
política roja” es signo político; de una situación en la que la movilización de
los trabajadores de la enseñanza demostró ser fuerza propia, autónoma y
beligerante. La jerarquía de los anillados del gobierno además de perder la
calle, se les debilitó la capacidad cohesiva sobre las legiones de funcionarios
del chavismo empobrecido. Siendo así.: En el devenir de la “crisis histórica”.
<<El poder del Estado es el centro de la problemática revolucionaria>>
(Lenin, V).
III. En el marco la crisis de
gobernanza en los 90. La subordinación política desde la guerra contra el
enemigo “terrorista” y todas las formas prostituidas del engaño habían perdido
audiencia. Si hace treinta años y al horizonte de la tierra quedaban palmas y
conucos, ahora es un territorio que arrasado doblo a desierto. Ya para 1990 la
capacidad cohesiva se debilitó y en ese orden la inteligencia política presumía
un acontecimiento intempestivo.: El cálculo de la inteligencia relacionaba
fractura militar en proceso con el acumulado de fuerzas populares y
estudiantiles. En poco tiempo la situación se metaforizó con ¡amaneció de golpe!
Leído desde la explicación materialista de la historia: la contradicción entre
clases sociales había elevado la crisis a la superficie. Desde 1989 sé
entrelazaban múltiples movilizaciones contra la desigualdad social como contra
las jerarquías oligarcas. El generalato y los mandos rumian explicaciones para
detener el deslave. En el devenir dialéctico el concepto de “crisis histórica”
intentaba dar cuenta de los en trabamiento entre: la lógica capitalista
privatizadora de la economía, los recursos del subsuelo, la crisis del Estado
petrolero y de los estrangulamientos propios de una formación histórica social
capitalista. Para el régimen de la dominación la suerte estaba echada.
IV. El jerárquico dominio
político había llegado a los límites de lo insostenible. El Estado que en su
dialéctica de coerción-hegemonía sostenía los mandos políticos del orden, alcanzó
el punto en que la suma de coerción más coerción tiende ser igual a cero. La
conciencia histórica del momento convocaba. Y, en la calle se tejían la rabia y
el orgullo. Para este instante el principio dialectico de <<la negación
de la negación>> se objetivó en el movimiento de lo real y la conciencia
de la burocracia civil y militar comenzó a consentir el desborde social. En consecuencia,
la movilización de la calle se tornaba en ese sentido una posibilidad para lo
cual el programa y la estrategia de poder eran evocadas por los sujetos
concretos, en lucha. La tensión entre fuerzas, no se inflaba por la acumulación
orgánica de la insurgencia; más sí por la crisis irreversible del liderazgo
partidocratico. El mismo convocaba a su propio desplazamiento. Un hecho
anecdótico resultó cuando el secretario general del partido en sus delirios de
última hora convoco a su militancia a frenar la revuelta popular de febrero de
1989. El carpintero y los viejos militantes de barrio voltearon la espalda y la
soledad comenzó habitar las casas del partido. En el desenlace de 1992
cualquier chispa ardería la pradera y como en el presente. La división entre
adecos ricos y pobres era la confesión pública de la estafa. Los mercaderes del
voto controlaban el poder, pero la democracia volvió en las calles. La potencia
del poder constituyente prefiguro formas de contrapoder. Y el imaginario
político de la izquierda insurreccional convocaba con las consignas tácticas:
Asamblea popular constituyente, Asambleas de los barrios y de la desobediencia
popular y de unidad cívica, religiosa, patriótica y militar.
V. En efecto las relaciones de
poder cruzadas por corrupción moral, el atesoramiento de capitales y la
narcopolítica tenían el poder a discreción de designar ministros, diputados y a
quien asignar contratos petroleros y militares. En ese orden la lógica del
poder burocrático se había transmutado en el poder nefasto por encima de la
legalidad constitucional, de la razón de Estado y de la sociedad. Ahora y
cuando hacemos analogía entre el presente y el pasado a este último se le
provoca un espasmo. El antagonismo entre el pasado y el presente no remite a la
contradictoria relación entre endemoniados del ayer con los apolíneos
socialistas del presente. Treinta años después, las mariposas amarillas del
amanecer transmutaron a mortajas y nos llevan de vuelta a tormentosos tiempos.
Si los de ayer eran pretenciosos los de hoy lucen prepotentes doblados a
villanos: una jerarquía sobre el poder de Estado, troquelada a oligarcas
salvajes.
VI. Sigo: la cuestión del ‘poder
de Estado’ se había convertido en el centro de la problemática revolucionaria.
Las heridas del 27 y 28 de febrero interpelaba todas las interpretaciones
políticas y en consecuencia la pregunta inmediata era.: ¿Él hacia dónde vamos?
La misma adquiere rango de pregunta programática. Ella era el centro de las
discusiones políticas, tanto en las clases dirigentes como en franjas
universitarias, clases media y de las clases oprimidas. El siempre Estado de
excepción y de la democracia restringida dejaba un resquicio a la legalidad y
la cualificación de las soberanías populares era un objetivo de los
protagonistas políticos cristianos, marxistas, ecologistas y mujeres
libertarias. Los fascistas enseñaban los dientes sin llegar a los extremos de
la fascistización total. Los cabilleros entrenados para aterrorizar al
magisterio de los 1970 y 1980 hoy han sido superados por bestias: Las mujeres
del magisterio venezolano convocaron a movilizarse por el pan y los ancianos
secaban las lágrimas del suplicio. Cualquier hombría ha debido encenderse de
indignación. Cuando un prepotente nazi fascistas anuncio dar palizas a las
maestras y ¡Sin lloriqueos!
VII. Vuelvo: La rebelión militar
de 1992 llego para reordenar la crisis de dirección de política tanto del
Estado como de la Sociedad. El cuartel comenzó a desplazar la universidad como
centro de conducción y agitación política. En una primera fase y estando
detenidos los insurgentes en el San Carlos el río humano de visitas dibujó una
meca
En poco tiempo los rebeldes se convirtieron en
un signo político. En la segunda fase el nuevo tablero de ajedrez, termino
ordenado a partir del año 1998. Fracciones burguesas y clases populares se
dividieron entre una y otra candidatura. Así mismo y entre 1992 y 1998 el
liderazgo del “por ahora” se lo disputaban individualidades de izquierda como
de derecha, finalmente esta última termino organizando tanto el aparato
burocrático militar y civil. Tal y como se leen los acontecimientos del presente:
la derecha del pasado parió los vástagos que vinieron a dar forma a la actual
forma Estado. Entrelazado entre el cesarismo político derechizado y de un
capitalismo financiero, extractivista y neoliberal. Al Constituirse la
burguesía roja como fracción económica y política dominante. Organizaron un
nuevo bloque de clases en el poder. En efecto hoy se desarrolla sobre las
clases explotadas y oprimidas un catastrófico darwinismo social; fundado en
salarios de hambre. Resultando paradójico el hecho de que el mismo se propone
alcanzar los objetivos sobre los hombros de las clases explotadas y oprimidas,
el siempre negado y condenado Plan de Ajustes Económicos neoliberal de 1989.
Siendo así podemos concluir: lo que fue expulsado por la puerta de la historia
ha vuelto por la ventana de los cuarteles. El gobierno cívico militar se
transmuto a poder ejecutivo de la burguesía. En ese sentido corresponderá a los
historiadores la perspicaz pregunta de las novelas negras: ¿Cuáles fuerzas
conjuradas con las inteligencias imperialistas?, y extranjeras jugaron y juegan
al ajedrez político tras bastidores: Hoy el poder ha vuelto a ser una relación
social asimétrica y endosada por los nuevos propietarios: las Designaciones en
las cumbres del Estado son complementos binarios: entre los semiletrados
burgueses rojos y la burguesía pro imperialista de siempre. Aquí podemos
concluir la historia primero se vivió como tragedia y ahora se ha realizado
como farsa.
Luis A Ramírez.
28/02/23.